El síndrome de la Impostora

El síndrome de la Impostora
noviembre 23, 2015 VERSSION
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Artículo el síndrome de la impostora

Escuchando a muchas mujeres, en distintos ámbitos, tanto en charlas con amigas, como en sesiones de autoconocimiento e imagen personal, son muchas las ocasiones en las que observamos que subyace a las conductas, los enunciados y, en definitiva, a la imagen de una misma, una inseguridad muy instalada, poca confianza en las capacidades propias y diferentes creencias negativas sobre sí misma. Aún cuando la realidad y los logros desmienten esas creencias, persiste la idea de no merecerlos o que no se deben del todo a su capacidad, conocimiento o habilidades. De hecho, existe un sentimiento de que en algún momento los demás descubrirán que ella es un fraude, el síndrome de la impostora.

Este sentimiento es más frecuente de lo que pensamos y fue descrito en 1978 con el nombre de Fenómeno del Impostor por Pauline Rose Cleance y Suzanne Imes. Y, aunque varios autores señalan mayor prevalencia en mujeres, también afecta a hombres. Las autoras utilizaron este término para designar una experiencia interna de sentirse como un farsante intelectual que parece ser particularmente frecuente e intenso en mujeres exitosas.

A pesar de los logros académicos, las mujeres que experimentan este síndrome, persisten en la idea de ellas realmente no son brillantes y han engañado a quien piense lo contrario. Se consideran a ellas mismas, impostoras.

Aunque, según nuestro criterio y experiencia, el factor éxito es difícil o complejo de precisar, y que este complejo de conductas es común también en personas que no cuentan con logros académicos o profesionales, pero comparten el mismo sentimiento de “no estar a la altura”. Tal vez, el contraste entre las creencias y la realidad sea más fácil de identificar en personas con este tipo de rendimiento “exitoso”, como el académico.

Estas psicólogas sitúan ciertas dinámicas familiares tempranas y la interiorización de estereotipos sociales de género como factores que contribuyen al desarrollo de este fenómeno del impostor.

Los síntomas más frecuentes son la ansiedad generalizada, la falta de confianza en sí mismas, depresión y frustración relacionadas con la incapacidad de cumplir las expectativas que se autoimponen.

Investigaciones sobre la atribución diferencial del éxito en hombres y mujeres afirman que las mujeres tienden a atribuir sus éxitos a causas temporales como la suerte o el esfuerzo, a diferencia de los hombres que son más propensos a atribuirlo al factor interno. Por el contrario, las mujeres suelen explicar el fracaso a la falta de capacidad mientras los hombres lo atribuyen más a menudo a la falta de suerte o a la dificultad de la tarea.

Las autoras observaron en su estudio, dos patrones de historia familiar entre las participantes.

  • Por un lado, mujeres que cuentan con un hermano o familiar cercano que es designado como el “inteligente” de la familia, ocupando ella el rol de “sensible” o “sociable”. Una parte de sí misma reproduce el mito familiar, mientras que otra parte, quiere refutarlo. Dado que sus logros académicos no cambian la atribución de roles, se pregunta si la familia estará en lo cierto y duda de que hayan sido obtenidos por su capacidad.
  • otra dinámica familiar opera en un segundo grupo de mujeres consiste en que la familia transmite a la niña que es superior en todos los aspectos (inteligencia, personalidad, apariencia, talento). Reforzando esta idea con ejemplos de su precocidad para hablar, leer, etc. A los ojos de su familia es perfecta. Pero al socializarse, comienza a tener experiencias donde no logra lo que quiere o no es tan fácil como suponía y, sin embargo se siente obligada a cumplir las expectativas familiares. Comienza a desconfiar de la percepción de sus padres de quienes recibe elogios indiscriminados y también comienza a dudar de sí misma.

Se preguntan por qué este fenómeno es tan difícil de remover. Y sitúan cuatro tipos de comportamientos diferentes que perpetúan el fenómeno del impostor:

  • Diligencia y trabajo duro. El temor a que su “estupidez sea descubierta” está presente constantemente, por eso estudia o trabaja duro para evitar ser descubierta. Esta conducta recibe la aprobación de la autoridad, reforzando así la creencia ya que el mecanismo (sentimiento de incapacidad- trabajo duro- aprobación- atribución del éxito al trabajo duro- sentimiento de incapacidad) se convierte en un círculo vicioso o ritual en el que el sentimiento queda intacto.
  • El sentido de falsedad se basa en parte en la realidad. En este caso, optan por no revelar sus ideas u opiniones reales adaptándose a lo que cree que se espera de ella. Por ejemplo, dando la razón o buscando la aprobación de la autoridad aunque no esté de acuerdo o manteniéndose en silencio ante un punto de vista opuesto al suyo. Así, piensa “si hubiera revelado lo que realmente pienso me hubieran considerado poco inteligente”. Este comportamiento evita contrastar la autenticidad y validez de sus pensamientos u opiniones contribuyendo a mantener el sentimiento de impostor.
  • Uso del encanto para conseguir la aprobación de los demás. El objetivo de esta conducta es ser querida y reconocida como especial. Tiene la creencia en su estupidez pero, por otro lado, mantiene la idea de que es especial pero sólo la persona adecuada lo descubrirá. Así, primero elige un candidato admirado o valorado como “mentor” con el que se comporta amable y condescendiente para ganar su simpatía y que reconozca sus aptitudes. Pero este mecanismo fracasa por dos razones. En primer lugar, porque si el mentor reconoce su talento, ella no le cree porque piensa que su opinión no es objetiva. En este caso, puede volver a buscar otro mentor y repetir el proceso. En segundo lugar, porque cree que si ella fuera realmente brillante no necesitaría de la aprobación de los demás.
  • Como respuesta a las consecuencias sociales negativas. Culturalmente, que una mujer tenga éxito o sea independiente, aún hoy, es visto como algo hostil y es rechazada, se duda de su reputación o es considerada menos femenina. Entonces, de forma inconciente, se mantiene la idea de que no es brillante para evitar el rechazo social.

Clance e Imes señalan la dificultad de abordar el problema ya que, por un lado, las mujeres centran sus esfuerzos en no ser descubiertas y rara vez lo comparten. Por otro lado, como están tan convencidas de que su creencia es verdadera, piensan que no se podría hacer nada para cambiarlo. Además, tienen la idea de que si revelan sus verdaderos sentimientos de falsedad se encontrarían con la crítica y poca comprensión de los demás.

Algunas de sus propuestas, con el matiz de nuestra experiencia, para superarlo son:

  • Compartir lo que les pasa con otras personas. La experiencia grupal es muy valiosa ya que lo que no reconocen en sí mismas es más fácil de ver en otras mujeres.
  • Tomar conciencia de los aspectos mágicos y supersticiosos de su creencia y hacer un esfuerzo conciente por cambiarla. Así, frente a un reto o cualquier otra situación donde aparezcan pensamientos negativos, buscar en la realidad aspectos positivos para apoyar una idea más realista y/o positiva. Por ejemplo, ante el pensamiento “voy a fallar” anteponer la idea “quiero hacerlo bien”.
  • Llevar un registro de los “feedbacks” positivos que se reciben y la respuesta que se les da. Esto ayudará a tomar conciencia de la cantidad de veces que son rechazados y a aprender a aceptarlos y a sacar aprendizajes acerca de una misma. Qué cosas nos hacen sentir incómodas, por qué, qué creemos que piensan los demás y qué dicen esos pensamientos acerca de nosotras mismas.
  • Role playing o visualizaciones de lo opuesto a su conducta, es decir, imaginarse a sí misma siendo brillante. Estas técnicas dan mucha información sobre los miedos y sentimientos de culpa inconscientes, que una vez exteriorizados, podrá intervenirse sobre ellos.
  • Rastrear las creencias negativas acerca de sí mismas. Suelen surgir recuerdos de experiencias en las que nos hemos sentido rechazadas o inadecuadas, asociándolas a una interpretación negativa de una misma. Tomar distancia y verlas como una interpretación errónea de una misma, ayudará a modificarla.

La intervención sobre este fenómeno del síndrome de la impostora y el compromiso con el cambio que cada persona tenga, tiene como resultado, por un lado, liberarse de las creencias negativas que nos oprimen y limitan y, por otro, aceptarse y valorarse adecuadamente, para poder afirmar, como dicen Clance e Imes “soy inteligente, he aprendido y he logrado una gran cantidad de cosas. Es correcto para mí creer en mis propias fortalezas y capacidades”.

 

 

Esta entrada está basada en el trabajo de Pauline Rose Clance y Suzanne Imes “The impostor Phenomenon in High Achieving Women: Dynamics and Therapeutic Intervention”

La imagen de portada pertenece a la escultura  de Pablo Gargallo «Greta Garbo con Mechón» (1930)